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¡No os imagináis lo que me pasó el verano pasado! Estaba yo en Barcelona, con las maletas listas para volar a Mallorca, cuando de repente cancelaron todos los vuelos por una tormenta. ¡Vaya faena! Pero como dicen por ahí, "no hay mal que por bien no venga". Descubrí que podía tomar un ferry nocturno y, ¿sabéis qué? Fue una de las mejores decisiones de mi viaje. Ver el amanecer en medio del Mediterráneo, con la isla apareciendo lentamente en el horizonte... ¡qué maravilla!
Los ferrys del Mediterráneo son mucho más que un simple medio de transporte. Son auténticos puentes flotantes que unen culturas, gastronomías y tradiciones milenarias. Si estáis pensando en hacer un viaje similar, os recomiendo visitar ferrydeniaibiza.es para conocer opciones entre la península y las Baleares. Yo tuve la oportunidad de hacer esta ruta y os aseguro que vale la pena solo por las vistas de las calas ibicencas al llegar al puerto.
El Mediterráneo: Un mar de historias
Desde tiempos de fenicios y romanos, el Mare Nostrum ha sido una autopista de civilizaciones. Los barcos han transportado no solo personas y mercancías, sino también ideas, costumbres y sabores. Hoy en día, esa tradición continúa con los modernos ferries que surcan sus aguas.
¿Habéis notado cómo cambia la gente en un ferry? A diferencia del avión, donde todos van con prisa y estrés, en el barco la gente se relaja. Es como si el ritmo del mar nos afectara a todos. Me encanta observar a las familias italianas jugando a cartas, a los griegos compartiendo comida casera, o a los españoles improvisando una guitarrada en cubierta. El ferry es un pequeño mundo flotante donde las fronteras se difuminan.
Rutas que enamoran
Si me preguntáis cuáles son las rutas más espectaculares, ¡buf! Tengo para escribir un libro entero. Pero si tuviera que elegir, me quedaría con tres:
La ruta de las islas griegas, saltando de Santorini a Mykonos y luego a Creta, es como un collar de perlas azules y blancas. Cada isla tiene su personalidad y, entre islas, el barco se convierte en un mirador privilegiado donde el azul del mar y el cielo se confunden.
La conexión Barcelona-Palma también tiene su encanto, sobre todo si optas por un camarote y disfrutas de una noche a bordo. Lo mejor es despertarse por la mañana y salir a cubierta para ver cómo la catedral de Palma emerge del horizonte. ¡Ah! Y no olvidéis pedir un café con ensaimada para completar la experiencia.
La puntualidad: un concepto relativoEso sí, cuando viajéis en ferry por el Mediterráneo, recordad que la puntualidad es... digamos... "orientativa". Una vez estuve esperando tres horas en el puerto de Nápoles porque el barco a Capri venía con retraso. Un señor italiano a mi lado, viendo mi impaciencia, me dijo con una sonrisa: "Tranquilo, estás en el Mediterráneo. Aquí el tiempo no corre, flota".
Consejos prácticos para novatos
Si es la primera vez que vais a viajar en ferry, permitidme unos consejos. Reservad con antelación, especialmente en verano. Los precios suben como la espuma en temporada alta y muchas rutas se llenan. Si vais con coche, llegad al menos una hora antes para los trámites de embarque.
Para los que sufrís de mareo, buscad siempre un camarote en el centro del barco, que es donde menos se nota el movimiento. Y llevad siempre algo de abrigo para estar en cubierta por la noche; el viento marino puede ser traicionero incluso en pleno agosto.
Ah, y hablando de camarotes... ¡qué diferencia hay entre las distintas compañías! En algunos ferrys griegos, he encontrado camarotes más lujosos que muchos hoteles, con vistas panorámicas incluidas. En cambio, en algunas compañías más económicas... bueno, digamos que la experiencia se parece más a dormir en una lata de sardinas. Como decimos en España: "Lo barato sale caro".
El arte de convivir a bordo
La verdad es que un ferry es como un pequeño pueblo flotante, con todas sus dinámicas sociales. Me acuerdo de un viaje entre Nápoles y Palermo donde coincidí con un grupo de jubilados sicilianos que volvían de una excursión. En menos de media hora ya me habían invitado a compartir su vino casero, sus panini y sus historias. Para cuando llegamos a Sicilia, me sentía parte de sus familias.
Los ferrys son espacios donde se da una mezcla curiosa entre locales que usan el barco como autobús cotidiano y turistas emocionados con la aventura. Esta mezcla crea situaciones divertidísimas. Una vez vi a un grupo de turistas japoneses fascinados fotografiando a un pescador griego que simplemente volvía a casa con su captura del día.
El impacto económico y cultural
No podemos hablar de ferrys sin mencionar lo que significan para las economías locales. Para muchas islas pequeñas, son su cordón umbilical con el continente. Traen alimentos, medicinas, correo y, por supuesto, turistas. Durante la pandemia vimos claramente lo vulnerables que son estas comunidades cuando se interrumpen las conexiones marítimas.
Y en cuanto al aspecto cultural... Cada puerto mediterráneo tiene su propio carácter. El bullicio organizado de Pireo (Atenas) contrasta con la eficiencia silenciosa de Civitavecchia (Roma) o el caos alegre de Nápoles. Observar cómo cada cultura gestiona algo tan aparentemente simple como embarcar pasajeros es toda una lección de antropología.
Al final, viajar en ferry por el Mediterráneo es mucho más que ir de un punto A a un punto B. Es sumergirse en un ritmo distinto, donde el viaje importa tanto como el destino. Es reconectar con esa antigua tradición mediterránea de cruzar el mar llevando historias, sueños y esperanzas.
Y hablando de historias... ¿Os he contado ya aquella vez que perdí el último ferry a Córcega y acabé durmiendo en el puerto de Génova? Pero eso ya es otra historia, y tendré que contárosla en otro café... ¿Alguien quiere otro espresso mientras tanto?